Dónde está el Dio? Cómo sé que El existe? Son las preguntas que nos hacemos cuando sufrimos una crisis. Los hijos de Israel fueron subyugados a una sistema opresor por un largo tiempo. Los aportes de los hebreos habían quedado en el olvido. La sociedad de Missrayim sostenía que era una raza mayor a los hebreos. Muchos de los hebreos dejaron de esperar la promesa del Creador, alabado sea, hecho a nuestro padre Abraham (la paz sobre él). Tal fue el caso de Amram, el padre de nuestro Maestro Moshé (la paz sobre él). Se separó de su esposa Yokhebed al no ver sentido en tener hijos durante un época tan dificil para nuestro pueblo. Nuestros Sabios relatan que las mujeres se embellecían para atraer a sus esposos, en contra del decreto de muerte sobre el pueblo. Ese esfuerzo fue vital para la redención de Israel. De hecho, fue Miriam la profetisa (la paz sobre ella), que le preguntó a su padre, “Por qué te separas de mi madre? Al hacer eso, no sólo dejas de tener hijos, pero también hijas”. Israel salió de Missrayim por causa del mérito de las mujeres. A pesar de una situación desagradable, ellos creyeron en Adonay, bendicho sea. Al cumplimiento del tiempo, nació un hijo para la casa de Lewí. Este niño luego se convirtió en el líder de una nación quebrantada.
Al salir de Missrayim, Moshé llega a la tierra de Midyán, donde conoce a Yitro y a su familia. Durante el transcurso del tiempo, él llega a acercarse al Monte del Dio, donde luego se transmitiría los oráculos y preceptos divinos. Ni siquiera nuestro maestro Moshé creyó en la palabra del Dio, alabado sea. El Creador, bendito sea, lo desafía con un reto, “Estaré contigo. Y esto te mostrará que Yo te he enviado, cuando hayas sacado al pueblo de Missrayim, vendrás a este lugar y servirás al Dio en este monte”. He aquí una lección importante. La idea de la redención de la esclavitud egipcia está intimamente vinculada a la revelación nacional en el Sinaí. Sin el evento de la dadiva de la Toráh, el relato del Exodo queda inútil. Por lo tanto, cuando nosotros recordamos la redención, recordamos que fuimos esclavos, incapaces del guardar al Shabbath, incapaces de servir al Creador del Universo. La dádiva de la Toráh en el Sinaí es lo que constitiyó a los hebreos como una nación.
Nuestro Maestro Moshé reta al pueblo y le dice:
Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día en que creó el Dio al hombre sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella. 33 ¿Ha oído pueblo alguno la voz del Dio hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, sin perecer? 34 ¿O ha intentado el Dio venir a tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores, como todo lo que hizo con vosotros ADONAY, vuestro Dios, en Egipto ante tus ojos? 35 A ti te fue mostrado, para que supieras que ADONAY es el Dio y que no hay otro fuera de él.
Dónde está el Dio? Cómo sé que El existe? Nuestra existencia como pueblo através de la historia es una demonstración de Su existencia. Por lo menos diez veces al día recordamos la salida de Missrayim. De esta manera perpetuamos el momento de la redención y damos testimonio de que ADONAY es el Dio que se involucra con los seres humanos. Y así decimos a la naciones:
Alabad a ADONAY, naciones todas;
pueblos todos, alabadlo,
porque sobre nosotros ha engrandecido Su misericordia,
y la fidelidad de ADONAY es para siempre.
¡Halleluyáh!