BERESHITH 1:1 – 6:8
En esta semana, iniciamos un nuevo ciclo del estudio de la Toráh. Algunos preguntan, ¿Cómo es posible estudiar un libro que tiene más de 3000 años, tantas veces? La respuesta es simple. La Toráh de Moshé es eterna y forma la base de nuestra existencia como pueblo.
El primer libro de la Toráh se llama “Bereshith” en hebreo, que el mundo occidental conoce por “Génesis”. La perashá de Bereshith inicia en el capítulo 1, versículo 1 y termina en el capítulo 6, versículo 8. Las porciones del estudio de la Toráh fueron determinadas por los Sabios de una manera estratégica, para facilitar la memorización de los textos. Por su parte, el uso de capítulos y versículos fue introducido después de los debates con los protestantes, para facilitar la búsqueda de los textos.
La Toráh comienza en hebreo con la frase “Bereshith bará Elohim et haShamáyim we’eth haAreṣ”. La palabra “Bereshith” en realidad está compuesta por dos: el prefijo “Beth” y la palabra “Reshith“. La letra “Beth” puede entenderse como, “en”, “por”, “con”, o “para el propósito de”. Por su parte, la palabra “Reshith” siempre se utiliza en las escrituras para denotar una posición principal. Por lo tanto, una manera de interpretar la primera frase sería, “Para el propósito del Reshith, creó el Dio los Cielos y la Tierra”.
Esto se puede entender con la siguiente anécdota:
A la trigésima semana del embarazo, dos padres ansiosos de recibir a un niño, preparan una habitación. Para este fin, ellos pintan, ambientan el lugar con juguetes, música, muebles y mascotas. De esta misma forma, El Creador, Bendicho sea, hizo con Adam haRishón (el primer hombre). De aquí aprendemos cuán inmenso es el amor que El Creador, alabado sea, tuvo al crear la Humanidad. Antes de uno nacer, Él ya nos tuvo en mente. Hasta cierto punto, El Cielo dirige nuestros pasos en cuanto a nuestra misión en la vida, nuestro cónyuge, cuánto dinero vamos a ganar, y cuantos hijos vamos a tener. Cuán bello es saber que El Dio, alabado sea Su Nombre, nos da el libre albedrío, además de crear un maravilloso mundo en nuestro favor.
En el capítulo dos, vemos que el hombre no se siente satisfecho con la Creación. Faltó algo muy importante–una ayuda idónea. Al estudiar el Mundo Animal, Adam vió que todos los animales trabajan en un conjunto y en pares. Al ver que él no tenía a alguien para discutir, argumentar, o considerar, se sintió incompleto. De hecho, los Sabios enseñan que el hombre soltero es medio-hombre, porque cuando El Creador, Bendicho sea, hizo a Adam, creo varón y hembra. Aún más, el hombre que no se casa, no crece. Al no tener mujer, tampoco puede producir hijos. Finalmente, al no tener hijos, no puede cumplir con la responsabilidad de “fructificar y multiplicar” y aportar para una mejor sociedad.
La formación de la Mujer fue una de las más grandes dádivas que el Dio, otorgó al Hombre. La Mujer es la consejera principal del Hombre. En Mishlé (Proverbios) lo expresa de la siguiente manera: “la mujer sabia edifica su hogar, pero la insensata con sus manos lo derrumba”. Este principio se ha demostrado a través de la historia de todos los imperios, donde una mujer por su buena o mala consejería estableció el imperio o fue la causa de su devastación.
Finalmente, al terminar el sexto día de la Creación, la Toráh destaca el día con el artículo definido, “yom haShishí”, El sexto día, ya que los demás días no llevan ese artículo. Esto da entender que ese día habría de ser un microcosmos de todos los días del Hombre en la faz de la Tierra. Por ende, el secreto para crear una mejor sociedad se encuentra en “Yom haShishí“.