Esta perashá es la lectura para Yom HaKippurim, pues hace mención de las muertes de los hijos de Aharón HaKohén. Dicen los Doctores de la Ley que la muerte de los justos obra expiacíon para su generación (T.B. Mo’ed Qatán 28a). Esto tiene un efecto psicológico, ya que nadie puede morir por las transgresiones del otro. Lo que quiere decir este pasaje del Talmud es que el pueblo que presencia la muerte de los justos piensa dentro de sí mismo y se pregunta, “Si el juicio de los justos es de tal manera, ¿cuánto más será mi juicio, siendo que no soy tan justo?” Como resultado, el individuo se arrepiente de sus malas acciones.
Durante la ceremonía de Yom HaKippurim, se selecionan dos macho cabríos—uno para ADONAY y otro para Azaz’el. Dice Eben Ezrá que los dementes ven a los “demonios” en forma de cabritos. También comenta que hay quienes yerran al creer que hay alguna entidad fuera del Revernciado Eterno Dio, podiendo causarles daño o hacerles el bien. En muchas culturas es común que el individuo culpe al susodicho “diablo” o a Satanás por su mala conducta. De hecho, la dualidad del Zoroastrianismo influenció el pensamiento en el oriente próximo. Ya el profeta Yesha’yahu desafió el dualismo persa al decir, “Yo soy ADONAY y no hay otro; el que forma la luz y crea las tinieblas, el que causa bienestar y crea el mal, yo soy ADONAY, el que hace todo esto” (45:7). Pues, esta ceremonía da testimonio que sólo existe una Causa y Fuerza Universal.
Al escoger los cabritos, se echan suertes. Esto es para enseñar que ni uno ni el otro es instrínsicamente bueno ni malo. El que decide el destino de cada cual es el Eterno, bendicho sea. La lección que aprendemos de esta miṣwáh es que nosotros no debemos culpar a nadie por nuestras fallas. Debemos tomar la responsabilidad de asumir todas las consecuencias por nuestras decisiones.
Dice el Rabino Shime’ón ben Laquish, “El yesser hará’, el Satán y el Angel de la Muerte son los mismo”. Primero viene en forma de deseo y tentación. Después de sucumbir, se presente delante del Tribunal Celestial en forma de acusador. Finalmente, recibe el orden de ejecutar a la persona y le quita la vida. En fin, todo el ritual de Yom HaKippurim nos lleva a la unicidad del Creador, alabado sea. Al aceptar esta realidad en nuestros corazones, podemos andar como siervos emancipados en la libertad que nos otorga la Toráh.